Los dos estaban en la misma onda. Se veían con alta frecuencia en un punto exacto, justo al inicio de la nacional ciento siete, lugar donde, sin pudor, daban rienda suelta a sus sentimientos.
Todo era perfecto. Una dulce atadura tejida por hilos de plata. Y así fue hasta que el gran apagón dejó sin luz sus mundos; ella no encontró su voz modulada, él notó que ya no sintonizaban, y se quedaron allí, varados, mudos, sin poder intercambiar más palabras.
Todo era perfecto. Una dulce atadura tejida por hilos de plata. Y así fue hasta que el gran apagón dejó sin luz sus mundos; ella no encontró su voz modulada, él notó que ya no sintonizaban, y se quedaron allí, varados, mudos, sin poder intercambiar más palabras.