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lunes, 17 de enero de 2011

EL APRENDIZ DE PALABRAS

El Rey dio orden de capturar al aprendiz de palabras. La guardia de su majestad se puso en marcha de inmediato encontrando al joven, sentado en mitad de la plaza, rodeado de un puñado de chiquillos que escuchaban atentos sus historias. Sin dar explicación alguna, los soldados lo apresaron, lo despojaron de sus ropas, y lo arrojaron violentamente al suelo de un mugriento calabozo.

De todos era bien conocida la imaginación del aprendiz, y su habilidad para contar cuentos, por ello, cuando el monarca lo hizo llamar y le habló de sus propósitos, aceptó el reto inmediatamente. El Príncipe heredero, vástago del Rey, era mudo. Nunca antes había logrado emitir sonido alguno, así que el trato consistía en lograr que el pequeño sucesor emitiera alguna palabra. Si lo conseguía, el aprendiz de palabras quedaría libre para siempre y recibiría una bolsa de oro y una cabalgadura. El muchacho comenzó a trabajar en ello, pasando horas y horas junto al niño, contándole mil relatos que, salvo una sonrisa, no lograban sacar nada más de la boca del Infante.

El aprendiz, por las noches, abandonaba su alcoba entrando a hurtadillas en las estancias reales, sabe Dios con qué oscura y secreta intención. Así fue pasando el tiempo, hasta que un día, en mitad de una gran fiesta, y con todos los cortesanos presentes, el aprendiz de palabras pidió permiso al soberano para mostrar los avances del pequeño. Un silencio sepulcral se apoderó del castillo, los juglares dejaron de cantar y los bufones pararon sus juegos. Expectantes escucharon al niño, del que salía una voz que delataba unas cuerdas vocales poco entrenadas, repitiendo una y otra vez todas las palabras que el joven aprendiz le pedía. Su Excelencia, lleno de júbilo, mandó matar veinte corderos y servir vino a todo aquél que se alegrara del milagro que allí se acababa de obrar. Fue entonces cuando el joven rogó al Rey que cumpliera su promesa, otorgándole su carta de libertad, unas cuantas onzas de oro y un caballo veloz.

Al galope, el aprendiz, convertido ya en maestro, abandonó el castillo, el pueblo, y la comarca, hasta llegar lo más lejos posible antes de que el Rey se percatara de que quien de verdad había aprendido a hablar no era su hijo, si no el loro real del que era dueño su graciosa Majestad.

NOTA: Relato creado en homenaje a Susana, con motivo de su cumpleaños http://aprendizdepalabras.blogspot.com/

18 comentarios:

Luisa Hurtado González dijo...

Un cuento para una mañana de niebla cerrada............¡dan unas ganas de volverse a la cama!

AGUS dijo...

Recreas muy bien la atmósfera y la esencia de los cuentos infantiles. Algo que no es nada sencillo. Me trajo a la memoria la pelicula "El discurso del rey". Bonito homenaje, lleno de ternura.

Abrazos.

Anita Dinamita dijo...

Me encanta, Maite, ya lo sabes. Es un cuento de los de antes.
Un abrazo enorme

Torcuato dijo...

Muy bonito cuento, Maite, que amplia su belleza con la carga de homenaje a una amiga bloguera como es Su.

Un beso a cada una.

Lola Sanabria dijo...

Otra joyita de regalo. ¡Yo también quieroooo!

Me gustó este cuento al estilo clásico.

Besos nieblosos.

bicefalepena dijo...

Muy buen cuento para Su Excelencia y Su graciosa majestad.

Un abrazo

Susana Pérez dijo...

No tengo más que decir que...

¡¡MUCHÍSIMAS GRACIAS!!

Abrazos enormes

Maite dijo...

Luisa Hurtado: pues vuelve a la cama, que te contaré un cuento ;)


Agus: sí, eso pretendía, hacer un cuento "de los de antes" pero no con moraleja, si no más con la estructura de micro, no sé, una especie de fusión, que al final dio este cuento como resultado, si os ha gustado, pues me doy por satisfecha :D


Anita: no se porqué, pero Su me inspiró este tipo de relato. Besitos y gracias por permitirnos dar una alegría a Susana.


Torcuato: me pareció un reto chulo, otras veces la inspiración no llega, pero en esta ocasión, me pareció divertido hacerle un cuento a su bitácora ;)


Lola Sanabria: tú si que eres un regalo!! ;) Ya sabes, postúlate para tu cumple, y todo se andará. Besos.


Bicefalepena: es que Su Majestad de la Palabra se lo merecía. Abrazos.

Maite dijo...

Su: que te me has colado mientras contestaba!!! Ha sido un placer :D

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Precioso. Un cuento CUENTO. Huele a clásico.

Claudia Sánchez dijo...

Tienes razón, mezcla el cuento tradicional con la picardía del micro. Me encantó Maite! Se lo contaré a mi niño.
Saludos!

Maite dijo...

Cyb: ummmmm, ese olor, como el de las magdalenas recién hechas ;)


Claudia: eso es lo más bonito que me puedes decir, leérselo a tu peque :D Besos.

David Figueroa dijo...

Jejeje, muy divertido, Maite. Yo me imaginé que el aprendiz había desarrollado habilidades de ventrílocuo.
Besos.

Antonio Eme dijo...

Maite...a mi me ha encantado¡
Noy hay mucho más que decir.
Es verdad que parece un clásico¡
Muy grande ;-)

Un tipo dijo...

Haha, un maestro después de todo.
Pensando en una forma para que el heredero lo delatara, recordé el personaje de Piratas del caribe que tiene un loro que habla por él, haha.

Buen texto, Maite.
Me encanta la narrativa.
Y tus fotos en Flickr xD


¡Saludos!

Maite dijo...

David Figueroa: el ventrilocuo era otra posibilidad, pero no se porqué me pareció más predecible.


Antonio M.: y a mí me alegra muchísimo que te haya encantado ;) En el fondo, soy una clásica.


Un tipo: una experiencia así a todo el mundo lo convertiría en maestro :D De las fotos supongo que hablas de las de mi amigo Luis, porque yo todavía no he tocado ese palo (nunca digas de este agua no beberé) Besos

Juan F. Plaza dijo...

Maite, yo también pensé al principio en la opción ventrílocuo, me sorprendió agradablemente el final.

Maite dijo...

woody: a mí me encanta dar sorpresas, así que me has hecho feliz. Abrazos.