El aguacero matinal calaba hasta los huesos. El tumulto, arremolinado en torno a aquel blanco perfil, ahora teñido de un rojo intenso, escupía al aire gritos de pánico mezclados con el sudor, el miedo y la excitación de los corredores del encierro que, periódico en mano, aceleraban en su avance desde Mercaderes a Estafeta sintiendo muy de cerca el aliento de los astados.
Los seis toros, retintos y azabaches, ajenos a la expectación de la que eran poseedores, ojeaban a su paso aquella sombra que yacía tumbada al otro lado de la valla, y que en su desvanecimiento, parecía ser el único que no reparaba en el retumbar de los más de 500 kg. de peso y en la imagen turbadora de la longitud de sus cuernos. En ese preciso instante, Tomás comenzaba a desentumecer sus miembros. Al abrir los ojos pudo contemplar su camisa echada a perder por la lluvia y el vino. Miró al cielo y un día más prometió reunir el valor suficiente para correr mañana.
2 comentarios:
¿Va para los micros de Sanfermines, verdad? A ver si hay suerte, Maite. Yo todavía no he tenido ninguna buena idea, y el plazo se termina. A ver si se me ocurre algo.
Un saludo.
Hola Victor, este fue el año pasado. Para este año ya he enviado otro, que personalmente me parece que está mucho mejor. Cuando lo cuelgue ya me dirás.
Un abrazo.
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