Mi perro siempre había sido mi mejor amigo. Lo bañaba, lo cuidaba, lo sacaba a pasear, le tiraba la pelota para que fuera corriendo a por ella, lo peinaba, recogía sus caquitas, y hasta los días de lluvia tenía cuidado de ponerle su impermeable para canes.
Un día, en nuestro habitual paseo por el parque, le noté una mirada extraña, un brillo especial en los ojos. Comenzó a gruñirme y a enseñarme sus afilados colmillos. Debo reconocer que me amedrenté y agaché la cabeza. Sin darme cuenta, Tobby me puso su collar en mi cuello, me dio una galleta para perros, me tiró una piedra al estanque y me obligó a orinar en un árbol. Ahora le observo atento, tumbado en la alfombra de la entrada, con las orejas alerta, por si él me silbara.
7 comentarios:
Está bien, Maite, aunque el recursos del perro que se convierte en amo y viceversa, del paseante que se convierte en paseado, está ya muy machacado.
Un saludo.
Pues a mí me ha gustado. A pesar del tema, creo que está bien tratado.
Un abrazo, Maite.
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Víctor: Bueno, no todas las veces es lo que se cuenta, si no cómo se cuenta ¿no? Perseveraremos, Víctor, perseveraremos, a ver si las vacaciones nos traen nuevas ideas. Un abrazo.
Alberto ----> : Gracias. De todas formas, haremos trabajar a la neurona. Un abrazo.
El tema es muy cotidiano pero la forma en que lo narras hace reír al lector, que es algo muy importante. Me ha gustado.
Saludos,
Sara.
Sara: gracias por tu paso. Esa es la intención "ironizar", y ver cómo se puede contar algo ya dicho pero de una forma diferente.
Un abrazo
A mi también me ha hecho reir, espero que no me pase algo así con mi gatita...jajaja (ya me veo cazando moscas y haciendo las necesidades básicas en su cajita de arena...ups...que incomodo...
Gotzon, yo cazando moscas ya estoy algunas veces ;-) pero lo otro, sí, mejor ni pensarlo.
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