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martes, 29 de junio de 2010

INOCENCIA

Como cada velada, su padre bebía cervezas en el porche sin cesar. Con su camiseta interior blanca sudada, los calcetines roídos y el puro babeando en su boca, reía sarcásticamente cada vez que la pequeña preguntaba por su madre.

Un día tras otro, siempre le veía repetir los mismos ademanes. Sentado en su hamaca, hacía un gesto de afirmación a los distintos tipos que se acercaban con el coche, mientras con una palmada en el trasero enviaba a Carla al interior del vehículo. Los dos faros del auto se iban alejando poco a poco, introduciéndose en la oscuridad hasta desaparecer detrás del cerro.

La niña, con sus pequeños pies descalzos sobre el barro, se acercaba hasta su padre y volvía a preguntarle -¿dónde va mamá?

Él la miraba con desdén, y le respondía socarronamente –va a hacer figuritas con ese señor. Para que tú y yo podamos comer mañana- espetaba riéndose.

Días más tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse. La chiquilla sacó dos tablas de madera al jardín, las colocó con esfuerzo sobre unos troncos, y fabricó con ello una especie de mesa. En otro viaje trajo de la casa unos trozos de arcilla y unos cartelitos con números. Lo dispuso todo encima del improvisado mostrador y anunció: -Desde hoy, seré yo quien haga y venda las figuritas de barro a los señores.

7 comentarios:

Isabel Mª dijo...

Una historia muy bien planteada, me gustó

Susana Pérez dijo...

Una historia que emociona. Muy bonita, muy triste...
Saludos

Maite dijo...

Isabel: Son historias de la vida que los que escribimos dejamos al trasluz.


Su: Qué bueno eso que dices. Mezclar sentimientos es la magia de la escritura.


Abrazos para las dos

Torcuato dijo...

La soledad y el sufrimiento de los niños es algo que me pone iracundo.
Me gusta como la niña en su mundo sin complicaciones plantea la solución al alejamiento diario de su mamá.
Un beso.

Maite dijo...

Torcuato: yo estoy enamorada de la inocencia de los niños. Un beso.

Gotzon dijo...

Bufff, cruel relato, pero me ha encantado como esta escrito, un aplauso Maite.

Maite dijo...

La crueldad va demasiadas veces de la mano de la realidad.

Un abrazo, Gotzon